Quiero crearte a partir de mis costillas. Quiero que salgas al mundo y yo sea el primer y único reflejo de tus ojos. No quiero que me quieras, quiero que me adores, que te arrodilles y me supliques que te muestre un poco de mi amor. Quiero que existas sólo para mí, sin importar nada del mundo exterior, quiero ser tu dios, tu universo. Quiero que tus labios y tus ojos sólo existan porque yo lo digo, porque soy el único que puede verlos, tocarlos y besarlos. Quiero destruir tu alma e insuflarte un poco de la mía. Quiero que tu sombra no exista más, soy capaz de arrancártela con todo y piel, desollarte lentamente, arrancarte los músculos hasta los huesos y que vuelvas a ser sólo un pedazo sin vida que pueda regresar a su origen, a mí.
¿No me crees capaz de matarte? Ya lo he hecho, y no sabes cuánto disfruto escuchar tus gritos, tus súplicas, tu llanto cada vez que te mutilo, hasta que caes muerta, y sólo quedan pedazos tuyos esparcidos en el suelo. Entonces, decido comérmelos, carne de mi carne, y te poseo lleno de pasión, toda tú, por completo.
Y el génesis vuelve a comenzar, el instante de Farabeuf cobra sentido, un deseo ansioso me dobla, hace arrodillarme y suplicar, porque de nuevo quiero crearte a partir de mis costillas.