Por eso, Jorge Hernández, amigo, perdóname.
Te he despojado de tu comisión, no puedo dejar de pensar en que tus hijos no probarán alimento por mi culpa, tu esposa no tendrá esos zapatos nuevos que querías regalarle, las goteras proliferarán en el techo del cuarto que rentas donde vives con toda tu familia... ¡Perdónameeeeeeee! Quizá te despidan porque creerán que no me atendiste propiamente, ¡perdóooooooooooooon!
Neta, ya no lo vuelvo a hacer.
(Es quésta es la segunda.)