A Juanita le gustaba comer todo con palillos chinos: la sopa de letras, de municiones, de fideos, de lentejas, de habas, de tortilla; las ensaladas con todo tipo de vinagretas y para cuidar su figura llevaba a cabo todas las dietas vegetarianas que encontraba. Sin embargo, eso no evitaba que, de forma menos sana, le entrara con singular alegría a las tortas cubanas, tortas de huevo con salchicha, tortas de queso panela, tortas de milanesa con quesillo; tamales verdes, de dulce, de mole, tortas de tamal; sopes sencillos y con carne o pollo, con salsa verde o roja, sin crema; gorditas de chicharrón sin cebolla y también de papa con chorizo; quesadillas de hongos, tinga, sesos, chicharrón; pozole rojo, blanco o verde; menudo con callo, libro y lengua; enchiladas verdes gratinadas, enchiladas rojas, enchiladas de mole; también las hamburguesas con queso y tocino y por supuesto las papas a la francesa, hot dogs, pizzas vegetarianas y con salami. Cuando era la hora de la botana siempre estaban listos sus palillos para entrarle a los quesos franceses, los embutidos españoles, los cacahuates japoneses y las papas sabritas y por supuesto a las jícamas, zanahorias y pepinos con chilito, limón y sal.
Le gustaba la comida francesa y la mediterranea, de la rusa sólo conocía las empanadas pero le encantaban; de la alemana le gustaba el chucrut con salchichas y de la española la paella valenciana. Cuando iba a algún asadito organizado por sus amigos argentinos y uruguayos también los palillos hacían acto de presencia. Por su puesto que la comida oriental era su objeto de adoración: la china, japonesa, norcoreana y surcoreana, vietnamita, indonesa, hindú, mongola, nepalesa, tibetana, filipina, tailandesa y la de malasia.
Sin embargo, lo que más la hacía disfrutar y derretirse del antojo eran los tacos: tacos de carnitas, de suadero, al pastor, de bistec, de chorizo, de nopal, de costilla, de ojos, de trompa, de buche, de lengua y de todos los guisos que se pueda uno imaginar.
Un día, estando comiendo unos ricos tacos de trompa les echó demasiada salsa verde sin saber que ésta picaba como los mil demonios, y por tratar de quitarse rápido lo echilada bebió demasiado rápido su boing de mango y se ahogó. Nadie pudo ayudarla, quedó tirada en el frío azulejo de la taquería con los palillos en la mano.