Un día, su noche, pensaba en esas conversaciones que no pudo haber. Me imaginé cómo hacía yo con palabras y líneas multicolores imaginarias un mapa sobre su cuerpo. Sencillo, más bien hecho como preámbulo a otra cosa.
Su ombligo el lugar donde ella nació. Uno de sus pezones el lugar donde nací yo. El otro pezón el lugar donde estábamos, no, casi, muy cerca.
Y las tierras inexploradas e inexplorables, hostiles sólo en geografía, de su entrepierna.
O de otro modo. Pero siempre con las manos pasando por todos los lugares, mostrando los distinto de cada uno, el relieve, el tacto, el deseo, la imaginación, como cuando a los niños se les enseña el mundo. Niños haciendo el mundo. De qué se hace el mundo? Piedras, tierra, arena, lava, aire, hielo, calor, brisa, murmullos todo el día, toda la noche.
Quizá debí haberle dicho, para que no sólo me pasase a mí. Para que no fuera un recuerdo mutuo solitario más.