21.6.08

soñá Manuelita, despertá

Se me ocurrió preguntarle: de qué están hechos los sueños? De qué podíamos hacerlos. Podían ser de papel, de papeles, de papelitos, de challa, quizá algo así dijo. Hacerlos de incertidumbres, de frutas tropicales, de tamarindo, hacerlos con tiempos cargados de sudor, con paseos por islas. Y tostarnos juntos, jugar a que sólo hay el juego que queremos. Y no perder.
Podíamos hacerlos de viajes de esos de distancias de mitades de mundo, olvidarnos de paralelos, caminar por cuerdas flojas tangentes, de esas que apenas tocan (y que con ese ligero contacto bastan). Podíamos hacerlos de niebla de mañana en bosques al sur, tan al sur que el lugar ya no es más sur ni norte, más bien un ombligo inundado de saliva.

Hacer el mundo de despertares rostro a rostro. Uno a la vez. Hacernos desde nosotros, desde los pensamientos que quisiéramos, no los que nos han enseñado. Inventarnos un lenguaje, desde inventarios de quiénes fuimos. Hacernos de señas, de caricias flotantes. Hacernos simplemente, sin miedo, erigirnos sobre nuestras respiraciones. Y no creernos cuando nos hablamos solos dividiéndonos, creyendo que se puede dividir una sola parte de uno, porque el lugar, el sueño, sería emoción pensamiento, sencilla libertad. Libre.

Podíamos jugarnos el miedo, el tiempo. Apostarlos. Porque para qué otra cosa los tenemos?