11.3.09

La gente...

Orita que iba por mi ya reglamentario pan para comerlo con mi reglamentario café y fumarme después un reglamentario cigarro, todo de forma reglamentaria a las 10 de la mañana; un señor de esos que afilan cuchillos con un artefacto de tecnología orgullosamente mexicana (no creo que en Alemania o Japón haya cosas así), sí, hablo de esas bicicletas adaptadas con una banda y una piedra de afilar, caminaba delante de mí y de repente metió la mano en el bolsillo del pantalón, sacó un puño de sal y lo aventó hacia atrás, osease hacia mí.

La verdad no creo que me le haya aventado a mí porque ni se dio cuenta que yo iba atrás de él, pero... pus chales, qué cosas hace la gente. Pinche gente.

Ah, y por cierto, ya les había comentado que la chava que atiende en la panadería me echa ojitos y me recomienda qué pan comprar y me pregunta luego que no voy, por qué había faltado casi casi a la cita? ...
Y me pongo a pensar que una parafilia jocosa e interesantiosa sería que uno nada más se excitara con el olor del pan horneándose y que sería orgásmico ver cómo el pan comienza a inflarse cuando se va cociendo y todavía acá pa la banda más sado que la fantasía máxima fuera que te pusieran a cuatro patas y te amasaran en la espalda la masa.

Y ya.