Sí…yo no fui al concierto de Radiohead simplemente porque no lo quise, así nada más. En cuanto supe que vendrían a México me negué rotundamente a ir (debo aclarar que no soy fan ni que me sentí insultado porque seguramente hordas de neófitos radioheaderos-posers irían, los únicos discos que me gustan son The Bends y Ok Computer). Entonces, ¿por qué lo hice? No lo supe hasta ahora que veo y leo a tanta gente conmocionada por el concierto, por lo que tocaron y lo que no o por lo que hicieron y dijeron; por los fans o groupies o perdidos que rodeaban al que escribe la reseña, etc.
En general, a todos se les ve felices, uno de los sueños más anhelados de muchos fue cumplido; yo no lo soñaba, sin embargo me hubiera gustado ir. Entonces es cuando entiendo por qué no fui, por qué me negué ese placer (sé perfectamente que sí lo hubiera disfrutado).
Decidí no ir porque una parte dentro de mí anhelaba, pasado el concierto, beber un café con los amigos que sí fueron y pedir casi suplicante que describieran el concierto, pero, conociendo de antemano lo parcos que son para compartir sus “emociones” o “sentimientos”, estaría casi suplicando que me contaran más, que me vaciaran sus memorias, para así poder recriminarme con odio mi manía de querer sufrir porque sí (¿masoquista?, ¿por qué no?, ¿o apoco vivir, como acción, como instinto de permanencia, de alargar la existencia, no es un acto masoquista puro?).
Y gracias a eso, ahora soy feliz como todos aquellos que sí fueron, porque me permití no ir para poder envidiarlos a gusto.
Además de que, dejando fuera todo tipo de azotamiento y flagelo, seamos honestos, vendrán otra vez, business are business.